Cualquier cambio que desee permanecer y recrearse en el tiempo debe partir del modificar la perspectiva de las personas de la organización y no de una imposición desde el exterior. Asimismo, esta perspectiva debe coger sentido en la acción, en la activación, en la puesta en marcha.
Por ello, el punto de partida de cualquier proyecto debe ser propiciar la reflexión de las personas de la organización para que se conviertan en los agentes activos de los cambios.
De acuerdo a la experiencia que he desarrollado, los proyectos más habituales se pueden estructurar en los siguientes apartados:
- Estrategia: Desde una comprensión de la estrategia como un proceso colectivo, apoyo en la definición de la estrategia de la organización y acompaño en su despliegue.
- Modelos organizativos: Definición y puesta en marcha de modelos organizativos, basados en estructuras estables o temporales diseñadas para facilitar las posibilidades de comunicación, de información y decisión de las personas en torno a un proceso, a un mercado, a un producto, etc.
- Dinamización de los sistemas de trabajo: Solamente es posible transformar la organización, transformando sus formas de trabajo y sus sistemas cotidianos.
- Acompañamiento en la gestión: Colaboración continuada con la dirección en el seguimiento de la actividad cotidiana de la empresa y en su proceso de transformación, facilitando el aprendizaje consecuencia de la puesta en marcha, del contraste entre lo esperado y lo alcanzado.
La dinamización debe ser entendida como un concepto amplio y generador. Por tanto, resulta clave aprovechar el activo (las personas y sus conocimientos) que ya existen y, partiendo de su compresión de la realidad, encontrar nuevos significados para la acción.