Hoy he tenido la oportunidad de vivir esta escena.
Tiene lugar en una empresa caracterizada por el hecho de que las relaciones entre personas trabajadoras y dirección han estado presididas, en los últimos años, por un distanciamiento y por la lógica desconfianza en esa situación.
Intentar recoger las razones y las sinrazones que se dieron para generar esa situación y, más aún, situar la responsabilidad individual en que se produjera me resulta imposible. Seguro que hubo una primera vez en la que alguien hizo o dijo algo. Pero a partir de ese momento, todas las partes han ido interviniendo de modo más activo que pasivo en que se mantuviera, creciera y se aposentara como una forma natural de ser. La cosa estaba donde debía, las relaciones deben ser malas y estamos en ello.
En el post anterior – Aire -, planteaba que se trata de abrir las relaciones, las conexiones, el trabajo conjunto, etc. Que entre nuevo aire. Y en eso estamos.
Esta mañana hemos tenido una reunión para avanzar en el desarrollo de un tema que se decidió conjuntamente por dirección y comité de empresa, después de un proceso orientado a que compartieran una cierta visión común. Para trabajarlo se creó un equipo específico en el que están representadas ambas partes.
Hacía tiempo que no participaba en una reunión de este equipo. Me ha sorprendido ver que se mantienen en la idea de que trabajar conjuntamente se basa en elaborar una propuesta una parte, elaborar otra propuesta la otra parte y ponerse a discutirlas. Cada uno queriendo mantener su diferencia, su singularidad. Nada de buscar elementos de convergencia, de celebrar los puntos de acuerdo y de buscar empatía. Y claro, generando con ello un “ambiente emocional” tenso y poco dado a acercamientos.
Soy un observdor externo que tiene una percepción y que no tiene casi pasado con la empresa. Desde ahí me pregunto, ¿es conveniente ir rápido en estos procesos de cambio? ¿qué cuatro palancas es fundamental tocar? ¿cómo ayudar a interiorizar esas cuatro palancas?