Los datos se han convertido en la promesa de un futuro mejor. Conseguir el máximo de información se transforma en la condición que permite tomar las mejores decisiones.
Mejores porque supone que aplicamos la racionalidad frente a la emoción. La aportación como humanos la desechamos bajo la premisa de que contaminamos la decisión.
Para ello, dejamos que tras la captación del dato sea la máquina quien decida. La alimentamos de datos para que pueda hacer su función. Son para ella, no para nosotros.
En otros tiempos hablábamos de la importancia de la información, de la necesidad de su amplitud y diversidad para poder interpretar mejor lo que ocurre y en función de ello tomar decisiones.
Ahora nuestra referencia es que la máquina tome aquellas que fueron nuestras decisiones.