Contar cómo sucedió lo que ha dado lugar, a lo largo de unos años, a una historia de éxito puede hacerse de dos formas.
Una, la más habitual, tiende a relatar lo ocurrido como una secuencia lógica de decisiones, de apuestas, de pasos adelante, etc. Toma la forma de un relato lógico, fácilmente interpretable desde el exterior, que dibuja una figura lineal, con escasas ondulaciones ya que las aristas las ha ido redondeando el tiempo. Responde a un recorrido planificado cuya consecuencia, también lógica, es la realidad actual, el éxito
También hay una segunda forma de realizar este recorrido. Entenderlo como una secuencia de acontecimientos, decisiones más o menos reflexionadas, azares, generación de potenciales oportunidades o simplemente intentos de evitar el mayor número posible de limitaciones. Un proceso complejo en el que la vivencia de los acontecimientos y su interpretación, son fundamentales para definir el paso siguiente. Capaz de reconocer los intentos, los caminos fallidos, las actuaciones sin resultado y los descubrimientos. Alejada de la planificación del largo plazo, de la creación de escenarios y de las suposiciones de dónde nos situarán las intenciones no vividas previamente.
Me han pedido participar en el relato de una experiencia organizacional con la que colaboro desde hace bastantes años. Esto, me ha hecho recordar como, aún todavía hace más tiempo, nos presentaron al gerente y a mí, desde el Cluster del Conocimiento, el borrador de la redacción del caso de una empresa con la que también trabajaba. Después de leer las veinte páginas en las que se desarrollaba el recorrido de la organización, nos miramos y poco tuvimos que decirnos: la redacción no reflejaba la realidad, era una construcción diferente con el mismo final.
Vamos a ver esta vez cómo queda.