Cuando en una organización se plantea una reflexión que ayude a guiar el futuro, siempre se manifiesta una duda: ¿quiénes deben tomar parte?
Existe la percepción de que compartir e identificar unas referencias exige un conocimiento previo. Es como si de partida lo fundamental se centrara en saber para poder identificar y lo secundario fuera compartir.
Si no sé, si mi realidad cotidiana se centra en la vivencia de la operativa, no dispongo del conocimiento para definir lo deseado. Se trata de algo complejo, demasiado genérico, que requiere informaciones de las que no dispongo. Se trata del ámbito de otras personas, de las que están en ello.
Y parte de razón tiene este planteamiento.
Pero también es cierto, que admitiéndolo y limitando la reflexión a quienes supuestamente saben, ¿cómo puede surgir algo compartido, algo colectivo?
Mi propuesta es que la participación no se limite a este ámbito del conocimiento y que en la reflexión tomen parte otras personas que, si bien no cuentan con información ni con la vivencia, tienen capacidad de comprensión, de generar contraste, de requerir argumentación, etc.
Son, por tanto, agentes fundamentales en la construcción de lo colectivo.