Las consecuencias de la actual situación sanitaria repercuten de modo considerable sobre la realidad social y de forma especial en aquellos segmentos de población menos favorecidos. Y lo desfavorecido tiene que ver fundamentalmente con la capacidad económica para desarrollar una vida en condiciones.
La percepción y solidaridad de la población y la responsabilidad de las diferentes administraciones tienen que ser capaces de no dar un paso atrás en la atención a esta población.
Si no hay capacidad de aumentar la dedicación económica para paliar las desigualdades que se incrementan, al menos no se debe permitir ningún retroceso. No nos jugamos la realidad concreta de estas personas, sino que el modelo social, que imperfecto y a duras penas se ha creado, se va a resquebrajar.