La transformación de organizaciones mercantiles en sociedades laborales o cooperativas suele suceder por motivos de urgencia. Normalmente con la finalidad de mantener los puestos de trabajo. Otras veces, es cierto, como consecuencia de procesos que se orientan a compartir la propiedad.
Pero en cualquier caso, estos procesos se limitan a compartir la propiedad pero sin alterar las formas de gestión anteriores. Y el hecho de ser propietaria (recibir información, votar las decisiones de la propiedad, etc.) no afecta a la realidad cotidiana del trabajo. Por ello, su efecto dura poco.
Entonces afloran las dudas, la sensación de que quizás no valía la pena el esfuerzo, la reiterada demanda de más comunicación, más información, etc.
La propiedad de las acciones es una cosa y otra es la propiedad sobre el trabajo.
El significado, el conocimiento y la decisión sobre lo que ocurre es lo que hace a una persona propietaria de su trabajo. Y esta propiedad se ejerce -y se percibe- todos los días.