Normalmente, por la dimensión de Dinamikak, trabajo con un número reducido de empresas durante el año. Con algunas llevo años trabajando, otras aparecen, colaboramos y luego desaparecen.
Me gusta cuando después de un tiempo alguna organización con la que he trabajado me llama de nuevo. Me da la sensación de que hicimos algo interesante y ya saben lo que puedo aportar.
Hace un par de meses, desde una empresa con la que trabajé hace unos cuatro años me localizaron de nuevo.
Me pidieron con bastanta urgencia el estar juntos, me situaron en su nueva realidad y en la misma reunión les planteé cómo veía los próximos pasos. Parecieron estar de acuerdo.
Quedamos en que les mandara una propuesta por escrito. Prepararla para la fecha cercana en la que tenían una reunión me supuso cambiar algunas prioridades.
Al cabo de mes y medio, y sin responderme nada más que vaguedades a los correos que les enviaba para conocer su impresión, conseguí contactar con el interlocutor.
Me trasmitió que habían pedido otra propuesta y que la mía era interesante, pero que esta vez no trabajaríamos juntos.
No lo llevo bien. Es posible que sea culpa mía pero me cuesta digerirlo.