La complejidad de un sistema vivo es el resultado de decisiones libres de los individuos relativas a cómo interpretar mejor ciertos principios o patrones que son lo medular de ese sistema (Margaret. J. Wheatley & Myron Kellner-Rogers, Cómo llevar a cabo el cambio organizacional, abril/mayo 1998).
La propuesta parece clara: crear o reforzar la interpretación cambiante en el tiempo de determinados patrones que van a generar el modelo de respuesta de las personas en las diferentes circunstancias, normalmente imprevistas, que sucedan. Respuestas que son individuales pero que los patrones hacen que se mantengan en los rangos de la interpretación compartida.
La interpretación de los patrones, si se desea que sean colectivos e impregnen lo que se haga, debe ser compartida. Es en el espacio del debate con otras personas donde se deben confrontar las opiniones personales y donde pueda surgir la interpretación colectiva, la que profundiza en lo compartido frente a focalizar las diferencias.
A partir de ahí, sí que se puede salir a la pista, escuchar la música, bailar y posibilitar el aprendizaje. O sea, vivir las situaciones, interpretar lo que ocurre, tomar decisiones, actuar en consecuencia y observar lo sucedido.
Y con mayores probabilidades de que todo este proceso tenga lo organizacional como referencia.