Llevo unos meses en los que he tenido la oportunidad de trabajar con pequeñas empresas. Cuando digo pequeñas, sí, me refiero a pequeñas. Empresas entre las dos y las diez personas. En mi caso, todas han sido empresas en las que la propiedad trabajaba en ellas.
Algunos aprendizajes que he extraído:
- No están acostumbradas a que nadie entre en sus cosas. Habitualmente cuentan con una gestoría que les lleva los temas contables, laborales, fiscales, etc., pero no entran a su gestión.
- He observado buena acogida a pesar de ello. Es como si aceptaran de buen grado otras ideas, otras referencias.
- Un tema recurrente en todas ellas ha sido provocarles la necesidad de atender a la gestión del mismo modo que atienden a la labor productiva. Para la gestión no hay tiempo, no parece trabajo.
- Igualmente, prestan poca atención al mercado. Tienen clientes, trabajan para ellos pero no muestran una actitud proactiva a intentar buscar otros, a ratificar que los que tienen son los más adecuados. Como consecuencia, viven la realidad externa por los ojos de sus clientes habituales sin interpretarla por sí mismas a través de su conexión directa con el exterior.
Y también he percibido la conveniencia de acompañamiento, de mantener una cierta relación en el tiempo para adquirir nuevas rutinas, para contrastar los nuevos intentos, etc.
Ah, todo ello siendo consciente de que soportan, por su alto número, una parte importante del empleo. Si se pudiera ayudar a crecer en una sola persona a cada una de ellas…