Pues sí, una gran oportunidad. Cuando al colectivo que integra una empresa se le ofrece la oportunidad de incorporarse como socio en la propiedad parece una gran oportunidad.
Imaginemos una empresa asentada en el mercado, con recorrido y posibilidades de futuro, en la que la propiedad decide desligarse, salir de esa posición. ¿Por qué lo hace? Se podrían buscar las más variadas razones pero una de ellas, imaginemos, es simplemente que no quieren seguir. Que su intención es jubilarse ya que no son estrictamente propiedad sino que son, sobre todo, trabajo. Es decir, que han trabajado en una organización de la que son propiedad pero no entienden ser propiedad sin trabajar.
Podría continuar el desarrollo hablando de diferentes temas que se producen en estas situaciones. De incertidumbre, de dudas, de desconfianza, de ilusiones, de deseo de asunción de riesgos, etc.
Pero no voy a ir por ahí. En este caso me interesa más centrarme en lo que supone de cambio en la posición relativa de las personas. En lo que supone de romper las unas y las otras y en visualizar lo que emerge de el nosotras. Es como si desapareciera el exterior al nosotras y como si hubiera que recuperar un nuevo sentido al término.
A partir de ese momento, la decisión está en nosotras para lo bueno y lo malo. Somos responsables. Pero solamente es al principio.
Luego se genera de una forma diferente el unas y las otras. Ya no es la propiedad y el trabajo. Ahora es interna al trabajo. Se reproduce la diferencia sin basarse ya en el argumento de la propiedad. ¿Es que no se puede vivir sin ella?
Cuánta energía se pierde buscándola en lugar de aprovechar el sentirnos dentro de algo con otras personas…