Nos cuesta cambiar nuestra percepción cuando la hemos alimentado durante tiempo, cuando hemos trabajado tanto sus consecuencias como la forma de ponerla en marcha, cuando hemos previsto contingencias que puedan suceder. Esto es, cuando hemos reflexionado, en público y privado, de una forma intensa sobre ella. Este proceso ha conformado una idea elaborada, una posición, que requiere una importante labor de desmontaje para elaborar elementos nuevos.
Además, cuando la hemos explicitado y compartido con otras personas, la posición coge más fuerza, no tanto por sus argumentos sino por considerarla propia. Ello lleva a percibir que las dudas de otras personas no son simples visiones diferentes, sino que nos son agresivas en lo personal, atentan contra nosotras.
Colgar nuestros pensamientos enfrente nuestro, como ropa tendida, proponía David Bohm como elemento fundamental en el debate de las ideas. No son nuestras, son modificables y externas a cada persona.