Trabajando con un equipo, valorábamos unas pautas para desarrollar el trabajo conjunto:
- Compartir que se desea realizar algo en común y clarificarlo
- Aceptar que las conversaciones y las diferencias persiguen generar algo nuevo y mejor, no molestar
- Compartir y acordar los principios que van a sustentar desarrollos posteriores en lugar de contrastar posicionamientos finales
- Valorar al otro tanto por lo bueno como por lo incorrecto, por su integridad, no solamente por lo que no nos gusta
- Relativizar la idea del tiempo. No existen momentos temporales diferentes que nos demanden comportamientos diferentes. Somos todo el tiempo. Ahora no soy persona trabajadora y después soy persona, es un continuo. La invasión de la vida personal en el trabajo sucede y sucederá, así como la invasión de la vida productiva en el considerado tiempo de no trabajo
- Ponerse en la posición del otro, buscar las razones por las que pueda pensar diferente que yo, o al menos preguntarlas e intentar entenderlas
- Aceptar que la mirada a sí mismo no es la que debiera prevalecer sino la del conjunto. Esto no significa ser otra persona sino adaptarse y crear
- Realizar proyectos juntos de modo que no se comparta información sobre lo cada uno hace sino que se vivan también trabajos compartidos
- ….
En todo ello, se verbalizaba un cierto acuerdo pero el debate se enredaba cuando algunas de estas cuestiones parecían tropezar con el ser de cada persona: «yo soy así y el equipo debe entenderlo. Lo que hagamos debemos construirlo desde respetar como cada una somos. Generar y desplegar un yo de equipo no debe implicar el modificar el yo individual».
Pues en ello estamos…
«La invasión de la vida personal en el trabajo sucede y sucederá, así como la invasión de la vida productiva en el considerado tiempo de no trabajo». Quizá haya que buscar una cierta simetría, ¿no? No vaya a ser que una se coma a la otra más de lo que debiera 😉
Pues sí Julen, así es. Se trata de eso, de buscar una cierta simetría que no tiene una referencia clara y que se mueve alrededor de tener la libertad de gestionar el tiempo de resolver cuestiones personales imprevistas, de contestar algún correo fuera del horario, de coger entradas para el concierto de Los Punsetes mientras preparas un plano técnico, de preparar un documento en sábado, etc. Me imagino que un exceso de cada una de estas situaciones no es lo adecuado. Pero su negación, tampoco lo es, ¿no?
En cualquier caso, y como sé que vas a leer el comentario, lo que me daba vueltas al escribir el post era si es posible desarrollar un equipo sin que las personas que lo conformen cambien algunos elementos propios y singulares de su forma de ser. Es decir, si para desplegar un equipo se debe respetar cómo cada persona es o siempre, de algún modo, se deben redondear algunas aristas personales para posibilitar la coherencia del conjunto. Pues eso, si se te ocurre algo…
Tenía pendiente contestar… escribiré un post de esto porque me iba a alargar. Ya te aviso cuando esté publicado.
Debieras dar una charla en Lezama. A ver si alguno se empapa de qué es trabajar en equipo y para el equipo..
Agradecido Julen, por continuar con la reflexión. A mí tampoco me gusta nada hablar ni de excelencia ni de alto rendimiento. Estoy también de acuerdo en que imponer no es la forma, en que la heterogeneidad debe superar a la homogeneidad y en que con el tiempo se va creando una cultura común de comportamiento.
Es en este último caso como entiendo que se va generando un sustrato potencialmente más capaz, sin necesidad de grandes explicitaciones ni imposiciones. Pero este proceso de generación es en sí mismo, un proceso que contribuye a «orientar la diversidad», o sea, a aminorarla. Como resultado, cambia el yo para que la suma sea más potente.
Si no lo altera, máxima diversidad, la capacidad como conjunto disminuye.
Que cada persona siga siendo lo que cree que tiene que ser me resulta una frase muy cerrada. Si solamente se ve a sí misma, en ausencia de ningún contexto, relación o interés por las personas que le rodean, será muy capaz de actuar en solitario pero limitará un desarrollo grupal. Y a veces, no hay tiempo ni energía, siempre hay que intentarlo, para esperar que cambie, ¿verdad?
Aquello de que hemos quedado para andar en bicicleta y siempre que nos juntamos traes un balón de baloncesto, contribuye a la diversidad pero la sexta vez que se repite, cansa. ¿Tendrás que adaptarte, no?
Donde estaría la línea que delimitaría el “Yo” del “Ego”, que literalmente significaría lo mismo pero que en este caso supondría una diferencia del blanco al negro.